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Son eternos
SEGUNDOS
estos años.
Cruje oxidada la llave
en la cerradura enviciada
trasteando inútil sus confines.
Se alargan estos brazos
y los dedos sucumben a su exilio.
Acechan impasibles búhos
con latentes colmillos
en la negrura insondable.
Se arquea el silencio,
exprime partituras inmensas
habitadas solo por un repetitivo Do
insostenido.
Y cae la noche
sin tocar fondo, instalando un vértigo
interminable de naufragios. El Universo
rechina, arrastrando su aliento sin ecos.
Se derrama el mar,
y tras los afilados bordes
parpadea una muchedumbre de cigotos.
A lo lejos, se oye retumbar la campana
bajo la tierra huera, rastrojos
vagan por desiertas colmenas.
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