A media luz

» Nous avons l’amour
que nous pensons mériter «

Abrí todas las ventanas al poniente
y me quedé en medio de la inmensa luz
que danzaba a mi alrededor, cálido eco de toda vida.

Afuera, un árbol crecía. Altivo
reverdecía, ¡aún más alto!,
sin conciencia de la tierra.

Abrí entonces las ventanas del corazón.
Ebrio de claridad, se fundió su rojo como lava
dejando rosas mis huesos para atravesar la existencia.

Tanto destello nubla la lucidez.
¿Quién sabe
no pestañear cuando cree estar ante una estrella?

Mas… unos sencillos pasos, bajo la lluvia,
saben fundir, reveladores,
la fragilidad de un sueño.

Empapado, atravesé las calles
que se desdibujaban rendidas, renovándose el blanco
para trazar los caminos.

Hoy, dejo entreabiertas las ventanas
para que mis huesos se doren.
Blancos, guardan el corazón, que aletea en su nido.

Un árbol seco ha dejado de crecer en mi jardín.
Le he plantado unas rosas trepadoras, alrededor,
¡nunca fue tan hermoso!

A media luz, siento el poniente…
Quizás, hoy ya no llueva en mis pensamientos…
y el corazón, pueda volverse sueño.
.
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La escalera


Empezó a bajar despacio.
Flotando de alas sus `pies, alargaba
flexible el tiempo
y, simultáneamente, lo detenía.
Solo su luz delgada cruzaba la oscuridad del descenso,
inoculando prendidas burbujas
de día en la menguante noche.

¿Cuántos valiosos segundos
se necesitarían para medir la belleza
de un momento?

Mirada al frente, gasa ondulada su cuerpo
resbalaba suave ceñido a la declinante geografía de segmentos,
cual notas de un Pentagrama, entrelazando la melodía
del fluido vapor
de sus pasos.
Como rompiendo el silencio,
enhebrada la quietud con sus manos,
que danzaban alrededor, en sutil remolino,
¡llamando al aire!
como olas en remanso prestas a morir
bebidas por la avidez de la orilla.

¡Dibújame el infinito
y su lazo sinuoso de un trazo!,
todo él estará contenido
en ese progresivo instante, en el que la vida
pareciera crear de pronto, de la nada,
la inmensidad de un universo en movimiento.

Cerré los ojos
apretándolos para retener
su imagen
y se me fue bajando al corazón
como si recorriera escalones encendidos por dentro
que me quemaran alma y cuerpo
como un ardiente sorbo
de efímera eternidad.
.
.
.

Volver, volver


Llevo años escuchándote decir lo mismo.
Que volverás, que el momento
por fin ha llegado,
que nada te detiene,
que no importa lo que pasó, ¿quién podría
recordarlo acaso ahora?
Mas al día siguiente
te ciegas y te quedas, con esa expresión
de alas quietas,
de viaje cancelado y temblor de carretera.
De cuando empezó a azuzarte ese veneno en las venas no tengo memoria.
Te reías y lo hacías sin límite,
como si no hubiera fronteras entre tus hombros
y la escuálida noche, torcías el cuello y ponías las manos
cerca de la tierra, como si buscaras alguna manera
de que el viento no te llevara
allí donde la maleza te crece y tus ojos se vidrian
como un pantano
llenándote el alma de cocodrilos.
Es difícil -decías-, “no puede predecirse si podré rellenar las maletas
de tanto cielo,
nubes pasando a ciegas
sin que pueda atraparlas,
enganchándose al balcón,
deshilachándose y cayendo de pronto
volviendo todo en tormenta”
“No estaba de Dios” -decíamos entonces-
“aún no se han dado las condiciones”…
y cerrábamos la puerta, y ni la luna llamaba
con sus nudillos de plata.
Un día, saldrás, sin duda, de tu lejana jungla,
cogerás ese billete y te saldrán los pájaros por la boca
volando lejos, como una cometa te llevaran
mirando por la ventana
deshaciendo los kilómetros mientras se te llenan
los bolsillos de palabras.
Se te caerán todas las hojas secas al llegar, y te llenarás de brotes
cuando te alcance la luz del mediodía, como lo hacía antes,
erizada el alma con la piel de la calle, como una caricia latente
que te estuviera esperando, Y volver…
será volver… borrar cualquier olvido
desde ese siempre que quema
y que repite sin rencor que no hay ningún tiempo perdido
que no pueda beberse de un solo sorbo.
.
.
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Reconexión


Abrí la caja despacio.
Tenía un manual de instrucciones desmesurado,
como si estuviera concebido
directamente
para abandonarlo.
Saqué aquel aparato casi sin mirar,
como el que alumbra algún tipo de ser
hasta guiarlo confuso a la vida.
Lo coloqué en el centro de la habitación,
estrella de un cosmos apagado,
sin saber si podría empezar a latir,
respirar desde los cables y llenar
su mecanismo de energía.
Estiré la mano hacia su corazón
y encontré
un ligero temblor
como si me llamara desde un limbo donde esperaran
los que no pueden llegar solos a la existencia.
Enfrente, en el espejo
encontré de pronto mi imagen helada,
agarrando aquella víscera de metal
y, tan solo entonces, entendí
que mi corazón también está parado,
encerrado en el centro de esta habitación,
sin libro de instrucciones
y, esperando
que una mano conmovida me lo arranque de cuajo
-pero mirándome a los ojos-
y lo empuje de nuevo adentro
mojándome los labios,
para traerme, juntos, a la vida.
.
.
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Huella


Recuerdo aquel año,
el aire entrando en tu pelo cubriendo de oro su aliento,
la espuma del mar entre tus muslos vistiendo el deseo
de sal
y tu sonrisa…
el verano rodando como un lienzo sobre nosotros
colmando de azul aquel pedazo de mundo.
Como una verdad tu nombre impreso en cada futuro horizonte de mis ojos
coloreando todo de ti,
atravesando paisajes y objetos con la llama de tu rastro,
tu complicidad y aquella pausa
antes de comenzar a reír, como reconociéndome,
dando forma al instante.
Recuerdo aquel tiempo
de mosquitos y bicis recorriendo desconocidos caminos y la tarde
resbalando su luz tras los eucaliptos,
abriéndonos la piel a la vida.
Aquel pellizco en el pecho
cuando septiembre llegó en estampida llenando de paredes el cielo,
tu nombre en mi pupitre, grabado
como una palpitante huella que nunca dormía y mis dedos
repasando su memoria despacio, trayendo el mar
como olas de letras vivas salpicando desnudas mis labios,
y a cámara lenta
tu rostro, borrándose con destellos de un mañana
que nunca fue nuestro…
Saltando va desde entonces distinto de uno a otro cuerpo,
tiñendo de la voz su contorno, entonando el halo que envuelve toda sombra…
Dime, ¿será que alguna vez
vendrás, de la nada, a quedarte?
.
.
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Te espero


Ven, acércate… ¡hagamos
como si nos conociéramos! Deja tu mano
revoloteando bajo el alud de mi conciencia, exhala lento
una nube negra de hormigas como letras de tu nombre
posándose sobre mis pestañas
para que abran los ojos y los espejos
a esta vida nueva.
Ven, trae la sábana curva, pista ilimitada de despegue
de tu cuello, que sostiene como un paraguas invertido
el arco rosa
de tu sonrisa.
Yo estaré aquí, pendiente,
como un niño con la raya recién hecha,
oliendo a colonia de esperanza primera
escurriéndose cálida sobre las arrugas de la vida.
Ven, enciende el silencio que golpea su eco sordo en medio del pecho,
el mundo reverbera ya ansioso sobre las sombras intangibles de tu cuerpo
que no conocen estas manos de arena.
Atrévete… haz como
que me amas, quizás nos envuelvan sediciosas luces de farolas
danzando alrededor, recomponiendo las calles para crear
al encontrarnos
nuestro propio universo.
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Desandar


A veces es desandar
¿Ya lo has visto? Hay tanto
en una retirada. Soltar las riendas y cabalgar a pelo
crines en los ojos sin balizas en el camino.
Quién sabe dónde queda
la voluntad inmarcesible.
Tanto miedo gasta las manos,
avanzar empujando paredes invisibles
hacia adentro,
a algún lugar que queda entre la conciencia
y la esperanza.
Hacia delante, como si cada vez
te devolviera justo la vida
alguna parte que quedó perdida y que había que retomar
para parpadear con el pulso de la primera esencia.
Tan solo dos pies,
un alma recosida
y unos ojos que en instantes brillan
como si avanzaran hacia algo parecido
a Dios
o uno mismo,
en los caminos de un mundo que se esfuerza por saberse mío.
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Bólidos de soledad (para Marius Gabureanu)

“… Me encantan los peces, esos bólidos de soledad.
Aprovecho para mandarte un gran abrazo, Ventura,
un abrazo de peces que espían el cielo con sus ojos miopes…”
Marius Gabureanu (comentario al poema “Afuera”)



En medio del océano, todo parece lejano.
Unas burbujas trepan desde el fondo, perdidas, recuerdo
de algún otro pez que circula
aún más abajo,
donde la oscuridad es ya una muralla infranqueable de lo vivido.
Avanzo entre mis escamas como un bólido de soledad,
branquias frías filtrando la luz que no templa el camino imperceptible,
ojos eternamente abiertos a esta placenta
que me sostiene apenas
con heladas caricias que resbalan por mi metálico tronco.
A veces, se cruza otro pez extraviado en este enorme vacío,
se tejen miradas sin voz que dejan como palabras flotando,
germen de un abrazo de peces que espían el cielo con sus ojos miopes
tratando de vislumbrar las nubes al fondo
como si fueran algún hogar inalcanzable.
Seguir nadando es un no conformarse, y avanzar
en colosal azul aún sin viento que lo atenúe,
envuelto en denso caldo de sentidos sumergidos…
Bracear ligero impulsado por aletas de destierros
que dibujan palabras líquidas en la propia estela
frases que van trenzándose con otras pasajeras,
conversaciones repentinas que,
una vez juntas,
se disipan.
Y en esa confluencia del instante
parece que tan solo existieran en este breve universo
dos almas con espinas buceando sin rendirse
en medio de la Nada, engendrando un fugaz edén
donde se confunden
agua y aire, mar
y profundo cielo.

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Promesa blanca


¡Esta tan hermosa la noche!
Cuelgan estrellas como guirnaldas infinitas.
El cielo se eleva, inabarcable
fondo negro que se traga cada
palabra inconfesable,
en un silencio orquestado que nubla
cualquier vida.
Es una noche fecunda como un racimo
de jugosos deseos, congelados
tan blancos, allá, donde nada
puede derretirlos,
un inmenso imán
para los elásticos ojos peregrinos
que, a la vez, de conmoción palpitan.
Quisiera poder guardarla en un cuarto sin techo,
para ver como gotean
sus luciérnagas dormidas, hasta rozar mi cabello,
y dejarme empapar por la brillante afonía
de su belleza insondable, y su promesa
arrebatadora
de eterno regreso.
¿Serás tú así cuando llegues,
piel de cometa cayendo
a diario
sobre cada poro de mi universo?
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Indicios


Hoy iba en coche
y una gaviota parecía seguirme desde lo alto.
Me miró, girando su pico,
como muy de cerca,
mientras yo agarraba el volante del día.
No creo que haya una correspondencia mágica
en cada cosa que vivimos,
pero a veces pareciera
que todo está gritando alrededor
y basta con dejar que lo invisible se haga patente
para sentirse conectado con el mundo.
¿Será quizás entonces cuando te vea
cruzar la carretera y mirarme
desde el corazón de la tierra?
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